domingo, 22 de febrero de 2009
A propósito de Cibeles Madrid Fashion Week
Azul tinta, verde aguamarina, albero y maquillaje son algo más que colores. Del mismo modo que popelín, crêpe de seda, raso duquesa, o lana fría son algo más que tejidos. Me trae Nova directamente a casa los desfiles de Alma Aguilar, Alvarado, Agatha Ruiz de la Prada, Angel Schlesser, Francis Montesinos, Javier Palacio, Amaia Arzuaga... ya en el Ecuador de esta semana de cuatro días, aunque quedan propuestas suculentas como la que siempre aporta Elio Berhanyer o David Delfín. De lo visto hasta ahora, sospecho que la crisis favorece la creación. El lujo da paso a la sofisticación de la sencillez.
Algunos datos curiosos: los leggins ultrabrillantes que llevan las modelos de la colección de Amaia Arzuaga han sido elaborados artesanalmente por unas monjas de clausura, los cinturones de Alvarado han sido confeccionados con cabello natural, y los zapatos espolón de gallo confeccionados en tiempo record por un tal Juan Antonio, maestro valenciano capaz de sacar del apuro a cualquiera.
Austeridad incomprensible en el desfile de los sevillanos Victtorio&Lucchino, digo yo, que se puede dejar atrás el volante y la jareta sin perder la esencia.
Pero tiene esto de las pasarelas -se dice que Madrid es la cuarta pasarela mundial tras París, Nueva York y Milán- algo que me fascina aún más que el despliegue de diseños y es la capacidad intrínseca de mostrar al gran público, a quienes nunca o raramente tendremos una sola pieza de esas colecciones más allá de la propia retina, que esas ideas tan originales servirán de base para democratizar la moda a precios asequibles por parte del Sr. Inditex, o lo que es lo mismo Zara, Stradivarius, Oysho, Massimo Dutti, Bershka... y el gigante oriental -léase China- capaz de imitar lo inimitable.
Casi antes de ver en los escaparates las colecciones que los grandes diseñadores muestran estos dias, empezarán a producirse en decenas de talleres de muchos lugares del mundo piezas clónicas, en las que tal vez una seda no sea de la misma calidad, pero podrá ser accesible para una estudiante de 17 años, convertida en blusa con manga jamón en color verde aguamarina... hasta en los mercadillos se podía encontrar aquel mítico traje que lució Leticia Ortiz en las imágenes de su compromiso oficial con Felipe.
Siempre se ha dicho que muchas de las grandes firmas de moda sobreviven gracias a la línea de complementos y cosmética y permufería. Solo al alcance de carteras petadas de visas estaría la adquisición de un bolso de Loewe... pero quién no ha comprado alguna vez su clásica Esencia?
Piratería? No sé... Suelo comparar la creación de moda con la alta cocina. Lo que encarece el precio el final es una suma de precios, que pasa desde la elección de los tejidos a la elaboración de los patronajes pasando por esas campañas de marketing mastodónticas que incrementan cuantitativamente el precio de la etiqueta... al fin y al cabo, salvo para fetichistas incofesos, fashion victims o ultramileuristas con pocas ganas de revolver en los montones, lo que el resto tiene en cuenta en el resultado final, da igual quien lo firme. Hay una premisa por encima del glamour de la haute couture... me gusta, me sienta bien y puedo pagarlo.
No nos engañemos, cuando el creador dice que su colección esta dirigida a la mujer femenina, segura de sí misma, con carácter... se les olvida decir no-mileurista, trabajadora, ama de casa y madre, por poner un ejemplo. Moda sí. Tendencia sí. Elegancia, sí. Algo que ver con el dinero? NO!
No hay más que tomar como ejemplo a una señora africana envuelta en una túnica azafrán desteñida para desenterrar el mito. No se trata de comprar compulsivamente lo que los gurús de las moda intentan meternos por los ojos... sino convertir cualquier prenda en propia, y darle la forma y la personalidad que jamás tendrá tendida sobre una percha forrada de terciopelo en cualquier show-room de la Quinta Avenida.
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