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... Son lágrimas de cocodrilo las que no se ven? A qué huelen las nubes? Por qué tú cuando yo...? Por qué los viernes me ponen... y los lunes me quitan? Por si acaso, hoy me desquito, que no es lo mismo desquitarse que desquiciarse, aunque hoy bien que me gustaría desquiciarme aunque fuera desquitándome de una espina (o varias)...
Ay vida perra! Ay pellizcos que violetean la piel -que se lo pregunten a la señoritinga Viole(n)ta S.-, y hay otros "mazorcazos" que boicotean los sentidos y los nublan por estrofas... uff... ese momento... "pero algún día pagaráaaaaaaaaaas todo el daño que me "hisiste", hijo de la gran chingada que diría el Mijo, ("en Colombia no hay tomates") o más castizo, directo y expresivo, qué hijoputa! No es que el tema en cuestión me guste especialmente, y eso que habla de cuernos y a mí lo de la caza ni me quita... ni me pone... o si? Pero la defensa vengativa del cornudo apaleao en la voz de Martínez tiene su gracia. Mucha.
Venganza chichera del cuerno patrio en toda regla, del español macho-piscinas otrora chulo-merendero, de connotación "estesopajariana", los cuernos españoles, decididamente sientan bien, siempre que no se los pongan a uno, claro.
Hay algo del mundo rumbero que me encanta, qué ratico más rumbero echamos una noche la vasca y yo a base de estribillo, desde el más chutes no, no, no... al yo quiero a Mai, pasando por esa historia de culebrón que era la historia de Juan Castillo, que bien podría el venezolano con nombre de ruso, apellido de Oñate y pluma de avestruz haber escrito un culebrón es sus tiempo de guionista caraqueño...
Yo, que soy mujer de pocas creencias, he de admitir la fascinación que esa frase tremenda del "señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme" causa en mí.
Joder, si no me hice creyente escuchándola a aquella edad en la que las tetas crecen más rápido que una mata de marihuana, no creeré jamás. Es una frase absolutamente divina. Cúanto me gustaría encontrar a alguien que con una sola palabra pudiera sanar la ira, o algo más habitual y práctico aún, ese dolor de riñones que se apodera de mí cuando llegan los pintores... la regla, vamos...
Menos mal que cada cual tiene sus dioses menores, dioses carnales y dioses cotidianos, que no salvan las penas con una palabra, pero alivian con un "cariño, tómate un ibuprofeno". No es ni tan divina ni tan etérea la frase... pero es que es imposible que un medicamento suene a música celestial, a menos que sea el "dalsi" o como coño se llame esa pócima infantil cuyo nombre me fascina casi tanto como una piña colada.
En fin... guardaré mis dioses a buen recaudo... visto lo visto...va a ser verdad que soy divina... pero sólo porque me codeo con el cielo casi tanto como con el infierno... y de demonios ando tan bien servida como de ángeles...
Hasta una nube con cara de ángel, que ya tiene guasa...
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