Propongo despejar la leyenda negra que pesa sobre los lunes y hacer de ellos la prolongación del fin de semana, y mira que me ponen los viernes, inicio presumiblemente ocioso e insereno del fin de semana, a pesar de que a los viernes les suceden los sábados, los domingos... y los lunes que propongo colorear.
Lo haré sin falta y sin más dilación este lunes que me acecha. Acaso los lunes no hay miles de personas en el mundo almorzando langosta thermidor, brindando con Möet Chandon, sesteando apaciblemente, disfrutando de una montaje teatral, uniendo sexos en camas de multipropiedad privada?
Los viernes son a mi recuerdo como algunos olores que forman parte de mi memoria olfativa. Para esto de los olores soy bastante compleja. A pesar de que no soy mujer fiel a los aromas. Recuerdo el olor de las gomas borrar de Milán de nata, que ni borraban tan bien como prometían, ni realmente olían a nata. Por cierto, a qué huele la nata? Pero hay un olor que en mis sueños más imposibles, me imagino intentando emular entre alambiques y frascos de alcohol, y no es otro que el de los pimientos verdes retorciéndose en una balsa de aceite hirviendo... El olor de pimientos fritos, junto con el de las coladas que se exhiben en fila india sobre las cuerdas de los tendederos de los barrios de toda la vida, son capaces de retrotaerme a mi más tierna infancia.
Ni que decir tiene que hay otras fragancias que me hacen perder la cabeza (y parte del sueldo), y aquí toca hablar de mi gran último descubrimiento, un tentador frasco joya que encierra una suerte de secreto sensual, sexual y efímero... aunque mientras dura sobre la piel produce efectos de los que empiezo a recoger frutos... Estoy encantada con esta fórmula de la que me siento descubridora única, de ahí que me resista a desvelar su nombre... al menos, hasta que encuentre otra que supere el efecto hipnotizador de este líquido sublime.
Hay personas que huelen mal, y las hay que no huelen a nada, lo que me causa más sorpresa aún. Es terriblemente increíble que en los tiempos en lo que vivimos haya gente que no huela a nada. Los hay que huelen a chupatintas, a dinero, a sudor, a sexo, a limpio, a corderazo, a campo, a ciudad, a puta barata, a desgracia, a poder, a vinacho, a lujo... pero no oler a nada???
Otro de los recuerdos más vivos de mi infancia es el del olor de mi abuelo, ese olor que me atrapaba cada vez que me acercaba a darle un beso. Mi abuelo olía a ropa recién planchada. Siempre. Indefectiblemente. Mi abuelo era adorable. También mis abuelas. Una de ellas fue la precursora del reciclaje, aún sin ella ser consciente. Recuerdo, hablando de olores, el olor de la sosa mezclada con el aceite que ella convertía en jabón en el patio. También era capaz de convertir cazos en jarros de agua, pañuelos en monederos... y una simple clara de huevo en deliciosos mimitos flotando sobre unas natillas inmejorables. Por cierto, mi abuela olía a peluquería. Si, a esa mezcla embriagadora de lacas, ampollas y mascarillas. La otra olía a buena persona. Y a bebé. Quizás porque los últimos años de su vida, su cabeza era lo más parecido a la de una niña de 5 o 6 años.
La Monroe, en un conato de irresistible femineidad, apenas esbozando un frase fue capaz de hacer la mejor campaña de publicidad de Chanel nº5, fragancia que nada agrada a mi gusto, por cierto. "¿Qué se poner para dormir?... Sólo unas gotas de Chanel..." aquella frase mítica bien valdría que la firma hubiera erigido estatua a la auténtica ambición rubia.
Nada que ver con esa otra mujer voluptuosa cabalgando sobre una moto, embutida en plexiglás, buscando a Jacks...
Qué horror, siempre he pensado que el tal Jacks huele a chorvo con calcetines blancos, a hortera de discoteca, a chulo-playa, y que se avalanzaría sobre la motera como un cuervo nada más verle la cremallera.
Yo apuesto por lunes distintos, con o sin perfume.
Lunes de lujo cotidiano, de pasiones furtivas, de macho descalzo, de siesta a deshoras, de móviles apagados, de mariposas de quinceañera. Desde luego, esos lunes tienen muy buena pinta. Y huelen mejor que cualquier perfume, aunque, me pondré un par de gotas en las zonas de mayor pulsión, por si las moscas...
Ya son ganas de cambiar el principio de la semana... ya lo cantaba la reina del petardeo ochentero, Paloma San Basilio, "hacer del lunes, otro sábado"... eso es sabadolunear, en mi argot, en mi inventario de palabras imposibles... en mi mente...
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