Vendrán a pesar de la crisis más o menos cargados, pero vendrán, como cada año. Yo les espero menos ansiosa que otras veces, pero no pierdo la ilusión, ni quiero, de esperar la llegada del día más mágico del año. Ni santos, ni cumpleaños, ni aniversarios, el día de Reyes es por encima de todos y con diferencia el día más bonito.
Lástima que no se reciban los regalos con la misma ilusión con que se compran, no pasa siempre, ni con todo el mundo, pero cuando se da el caso, dan ganas de salir corriendo y no aparecer hasta el próximo año con una saca de carbón del tamaño de Australia.
Me pasaba de pequeña, y me sigue pasando cuando veo las cabalgatas, que me resisto a creer que esos paquetes de regalo envueltos en colores brillantes y preciosos están vacíos! No puede ser, me niego a creerlo. Esas cajas sinuosas seguro que están repletas de algo casi tan maravilloso como el papel celofán y los lazos: la ilusión de quien las envolvió para generar aún mayor ilusión en quien las ve.
No me digais que no es precioso el ritual. Escribir una carta a los Reyes Magos de Oriente, preparar la víspera una copas de champán y unos dulces para sus majestades y algo de agua para los camellos, colocar los zapatos... A mi me encanta! Es una noche en la que me cuesta dormir, es imposible pegar ojo sólo tratando de imaginar lo que albergarán los paquetes que los Reyes dejen sobre mis zapatos, y de hacer balance y sopesar cuánto he sido de mala y cuánto de buena.
Haste hace algunos años, la segunda parte del ritual consistía en despertar a mis hermanos no más tarde de las 8 de la mañana y salir disparados a la habitación de mis padres, dónde una hilera de zapatos sustentaban sendos paquetes. Y con la legaña puesta y la almohada pegada a la nuca, nos disponíamos a abrir los regalos por orden de edad, empezando por mi hermano y acabando por mi padre, al grito de "los regalitos, los regalitos"... Entre tanto, caía un roscón de nata... y lo que de milagro no se ha caído en todos estos años, es la cama de mis padres, con los cinco sobre ella... pero ese momento merece capítulo aparte.
Soy yo muy infantil o muy niñata para esas cosas.
Desde que se casó mi hermana, el ritual ha cambiado ligeramente... primero recogemos los regalos en casa de mis padres (que son los auténticos reyes de mi vida), después vamos a ver si han dejado algo en casa de mi hermana ... y después... venimos todos a la mía... La verdad es que los Reyes Magos se conocen la ruta bastante bien, porque siempre hay algo para cada uno de nosotros en las tres casas... Este año, también será un poco diferente, pero tiene que ser así...
Me encantaría poder multiplicar la paga tantas veces como hiciera falta para que nadie se quedara sin regalo, tíos, primos, amigos, compañeros, vecinos, desconocidos... y confío en la magia de Gaspar, Melchor y Baltasar, y deseo y espero que nadie, NADIE, se quede sin regalo, aunque ese regalo sea una lluvia en el desierto o una porción de arroz para las gentes de Sierra Leona y tantos otros lugares de la Tierra en los que de manera incomprensible hay gente que muere de hambre.
Ójala... los camellos se emborracharan y perdieran el norte y dejaran caer esos millones de paquetes envueltos en papel de regalo sobre quienes no esperan nada... aunque los camellos se quedaran sin puntos, y a los Reyes Magos se les cayeran los palos del sombrajo...