
Adiós -hasta el año que viene- a las torrijas, a los capirotes, a los empalaos que me dan miedito, a las monas de Pascua -y a las otras- al tiempo loco que de repente te azota y de repente te hace sudar como una papa bajo las brasas. A mí esto de la Semana Santa me hace más fú que fá, pero admito que lo respeto por encima del miedo que me causan las imágenes más típicas de estos días.
Todos los años es igual, quieras o no quieras, a menos que te pierdas en la Polinesia, - y aún así te llegarían a la mente imágenes de la madrugá- te tienes que tragar si o sí, Ben-Hur, La Pasión de Cristo (me chifla esa escena en la que tontea con Maria Magdalena con el jarro del agua), Los Diez Mandamientos, y telediarios llenos de caravanas de españolitos y españolazos que se echan a la carretera como el que va de rebajas a Ikea en busca del megachollo que no existe, y se encuentra con que en la playa llueve, el dolor de pies después de seguir la procesión no mereció la pena, las torrijas engordan y el potaje no es tan apetecible. De lo mejorcito, el bacalo con tomate, aunque me cuentan que venden por ahí fletán salado cual bacalao que a primera vista da el pego, y al primer bocado una hostia en el cielo de la boca... en fín...
Me pierdo con las religiones en general y con el catolicismo en particular... se me va la olla con tanta virgen, (algunas auténticas babydool) y con tanto fervor... No hablo del cachorrito de la Thyssen, claro está, ni de toreritos monos, ni duquesas irreemplazables, sino del de esa gente que ni siquiera tiene su minuto de gloria en la tele y arrastra paso a paso el peso de la penitencia. Hombros de acero para cuerpos de escayola.
Fé que mueve montañas, montañas de pipas ... Viendo el otro día un reportaje sobre las procesiones en Zamora, escuché que habían inventado las "pipeleras", que no son otra cosa que bolsitas de papel para recoger las cáscaras de las pipas... tremendo invento en un país en el que ni siquiera los dueños recogen las cacas de sus perros!
La ventana que es la tele a veces arroja imágenes casi obscenas, como la de ese casi bebé de poco más de un año, al que por ser el cofrade de menor edad le colgarón una cruz del tamaño de una de sus piernas, por dios. Por dios! Eso digo, yo! Es que el niño ha decidido que coloquen la túnica, el crucufijo y ese capirote, que el pobre parecía un polo de drácula!
Se llevan la palma de mi incompresión "los empalaos" de Valverde de la Vera y ese peculiar Via Crucis portando unos troncos de madera con los brazos en cruz y rodeados por una soga en debate constante contra la presión sanguínea!
Esto de la Semana Santa se presta al debate, cierto es, y no quisiera con mi planteamiento levantar ampollas en pensamientos distintos... para ampollas ya tenemos bastantes con las de esos pies que sujetan la fé a golpe de procesiones.
Me gustan las saetas, tienen ese tinte dramático que trasciende más allá de creencias, el quejío que se convierte en clamor, el llanto hecho poesía, la muerte como causa última en ese camino desconocido hacia la gloria. Pero no soporto el gesto ampuloso y extenuante de esos pasos que representan la imagen de Cristo. La exhibición del sufrimiento, aunque tenga tintes esotéricos o religiosos, me resulta tan pornográfica como esa costumbre tan ibérica de filmar en las bodas mientras se chupan hasta el seso imposible las cabezas de unas gambas de Huelva.
Me ocurre en estas fechas que me vienen a la cabeza por relación con el tema, nombres de personas a las que casi sin querer busco identidad por mor del argot procesionario... Asunción, Gloria, Ascensión, Piedad, Caridad, Fé, Esperanza y llegado este punto se me instala el nombre de Pasión (Vega) y esa canción, Lunares... y me imagino que la saeta adquiere tono vital y Maria Magdalena le canta con esa voz malagueña que tanto me emociona a Jesús el Nazareno "quítame el fuego del alma.. deja que me salgan sin permiso tus lunares por mi boca... " y en esa ida de pelota que crece por momentos, el Jesús representado de mil maneras tortuosas adquiere movimiento levemente hasta incorporarse, en busca de un amor más particular que el amor al prójimo, y se lia la de Dios es Cristo. Nunca peor dicho, seguro. Yo es que me monto unas películas terribles, me gustan las pelis de final felliz, claro está, y lo que no me mola nada es que ese hombre tuviera la vida que dicen que tuvo... a mí me mola más pues eso, una historia de amor en toda regla, amor del que conocemos los mortales, por supuesto.
Cada cual lo vive a su manera, la mía, dicho sea de paso, es como la cuento... eliminaría de un plumazo el sufrimiento, la lanza, las manos clavadas, y resucitaría al bueno de la película, ese al que pintan tan atractivo, y al que se le conoce como el primer hippy de la historia.
Más de uno se llevaría las manos la cabeza... yo llevaría mis manos a la suya y le cambiaría la corona de espinas por una bandana. Con todos mis respetos. Y me quedaría esperando la reacción de los que pagan 200 euros por ver una procesión desde su silla de madera en la calle Larios, o de los que ruegan a dios -por nosotros pecadores- con el mazo a cuestas, el fariseismo en estado puro, la doble moral, ... y hablando de doble moral, me toca las narices -y vuelvo al tema del potaje- la costumbre cristiana de no comer carne (pecado) por la vigilia acostumbrada sopena que se obtuviera el privilegio previo pago de que el Papa alzara la mano a fin de que la bula proporcionara el derecho de libre de pecado... Libre de pecado? Es que es para tirarle la primera piedra!
Madre mía... lo que ha hecho la Iglesia a lo largo de los años en contra de su propio dogma! En fín, que me caliento y no paro...
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